Con mis mensajes… ¿protejo ó sobreprotejo?

Durante estas vacaciones he podido observar multitud de situaciones (en la piscina, en el parque, jugando con las olas en la playa, paseando en bicicleta,… ), madres, padres, abuelos/as y demás familia que en 10 minutos repiten 7 veces los mismos mensajes “¡cuidado!”, “no hagas eso que es peligroso”, “vas a hacerte daño”.
En ocasiones, nuestro afán de protección, al advertir del peligro a nuestros/as pequeños/as, se convierte en sobreprotección. Es evidente que no tienen tanta información sobre el mundo y tantas experiencias acumuladas como los adultos y desconocen peligros y situaciones difíciles que los adultos identificamos con facilidad. Es por ello que solemos advertirles, con la mejor de las intenciones para que eviten la conducta con la que pueden recibir un daño o malestar. Y no me cabe ninguna duda, de que esta forma de actuar viene impulsada por el profundo cariño que les tenemos y bajo el único deseo de evitarles un perjuicio. Sin embargo, creo que bajo algunos mensajes que aparentemente pueden ser inofensivos, pueden sentarse las bases para establecer una personalidad insegura, con muchos miedos que pueden dificultar un crecimiento feliz.
Cuando un/a niño/a quiere subirse al columpio más alto y se le transmite un mensaje como “cuidado que está muy alto, ¡no te vayas a caer!” ¿Es realmente un mensaje necesario para el/la niño/a que libremente ha decidido subirse? Vamos a analizarlo por partes:
*“cuidado” basada en mi propia experiencia, la mayoría de las veces que alguien se ha referido a mi empezando la frase con un Cuidado…, me he asustado mucho más de lo que realmente era necesario. Es una palabra que tiene mucha carga emocional, nos pone en alerta, pero en sí misma carece de sentido, no aporta información alguna. Nos asustamos sin saber cuál es el peligro.
* “…que está muy alto…” ¿creemos en realidad que es una opción que no ha considerado el/la pequeño/a? Desde que son bebés, los/as niños/as perciben la altura, algunos se asustan con ella, a otros les encanta esa sensación. Desde nuestra mirada, creemos que el/la niño/la no se ha percatado de este pequeño detalle, cuando en realidad es algo que ya ha valorado y ha decidido en consecuencia. Creo sinceramente que advertir de algo tan obvio a un menor es no tener confianza en su propio juicio y en su capacidad de autocuidado.
* “… ¡no te vayas a caer!” Esta frase implícitamente lleva el mensaje de que el/la niño/a es incapaz de hacer aquello que se está proponiendo, con lo que le transmitimos inseguridad y desconfianza en sí mismo/a, en sus habilidades.
Afortunadamente, no todos los/as niños/as son iguales. Hay niños/as muy atrevidos/as, otros son más precavidos, unos tienen muchos miedos y otros no se achican con nada. Nuestra conducta tendrá que ajustarse a su personalidad, a su conducta. Generalizar es siempre una imprudencia, pero yo recomendaría prestar atención a este tipo de comentarios que surgen casi de forma espontánea.
Me gustaría que tomáramos conciencia de lo que este tipo de mensajes (de forma constante y repetida) pueden influir en el autoconcepto y autoestima de los/as niños/as. Es cierto que tenemos más experiencia para advertir los peligros y que tendremos que estar mucho más pendientes en ese tipo de situaciones. En ocasiones bastará con mantenernos cerca por si necesita que le echemos una mano. En otras ocasiones tendremos que mantenernos firmes y limitar claramente su conducta (si está jugando con un cuchillo, por ejemplo). Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones bastará con informarle sobre la mejor forma para prevenir los peligros. La información (adaptada) es la mejor prevención. Es decir, se trataría de orientarles sobre cómo ajustar su conducta para evitar un posible daño o malestar (y no de evitar la conducta en sí misma).
Las consecuencias de las sobreprotección son tan negativas como las consecuecias de la desprotección. Si queremos proteger, realmente tendremos que adaptar nuestros mensajes a la situación (si es un peligro real o potencial), al propio menor (su forma de ser, su edad, sus habilidades) y a nosotros mismos (nuestros miedos, experiencias pasadas, nuestras habilidades). Es una tarea dificil, lo sé, pero con tiempo y práctica, podemos reconducir nuestros mensajes.