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Norgara

Mentiras de… ¿niñ@s?

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Uno de los temas mas incongruentes que suelo observar en las relaciones entre p/madres e hij@s, es el de las mentiras.

Cuando un hijo es cazado por alguno de sus progenitores contando una mentira, es casi criminalizado por la ocurrencia de llevar a cabo tan deshonrosa conducta. Muchos son los argumentos que se utilizan para enjuiciar el acto: desde “no está bien mentir” a “si mientes luego no podremos confiar en ti”.

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Y lo cierto es que a nadie nos gusta que nos mientan. No, el engaño no es algo que siente bien. Pero seamos realistas y seamos justos (por no hablar de hipocresía). La mentira es algo que se utiliza habitualmente. Los adultos lo disfrazamos de mentira piadosa: esa que en realidad no perjudica al otro y que nos resulta más rentable que dar explicaciones. Mentiras como no coger el teléfono cuando estoy cansado (fingiendo no estar en casa), explicar lo liadísima que estoy en el trabajo cuando no visito a un pariente (cuando la realidad es que la visita no me apetece) o decirle al policía que se me acaba de fundir el foco,… Son ejemplos habituales que l@s niñ@s observan a diario sin aparentemente mucha transcendencia.

Y no me gustaría que se me entendiese mal. No es que defienda las mentiras. Solo intento ampliar la intervención que realizamos en las mentiras de l@s niñ@s, porque ellos todavía están aprendiendo y porque no es justo que les exijamos algo que nosotros ni siquiera somos capaces de hacer.

En este punto tendríamos que diferenciar el tipo de mentira o más bien, tener en cuenta la edad a la que se produce la mentira. Porque hasta los 6 o 7 años (mas o menos), l@s niñ@s tienen dificultades en diferenciar lo que es real de lo que es parte de su imaginación, como un deseo o una preferencia. Y cuando se encuentran con lagunas en la realidad recurren a esa parte imaginativa para rellenarlas. De forma que si tu hijo te dice que ha comido macarrones cuando en realidad han sido  lentejas, en sí, no es siquiera una mentira. Tampoco lo es que te cuente que lo llevarán al circo en el cole, o que el profe ha invitado a las primas a que vean su clase. Aunque es verdad que en estas situaciones el relato no responde a la realidad, el niño no es consciente de que está inventándose cosas. Y mucho menos que eso conlleve una mentira. Simplemente, construye la realidad a través de su fantasía.
Con más mayores la cosa cambia. Saben distinguir y son conscientes de que lo que están contando no es verdad, pero a veces tienen tanto miedo a lo que puede pasar si cuentan la verdad…que es mucho mas “fácil” mentir. Aunque sepan que las consecuencias pueden ser peores siempre queda la posibilidad… “¿y si no me pillan?”.

Y si a los adultos nos pasa, siendo personas con un bagaje y con recursos que nos permiten ser capaces de tolerar mejor el enfado, la frustración, la exclusión, y tantos otros sentimientos que nos empujan a la mentira…. ¿Que no hará un infante o adolescente que todavía está en pleno proceso de aprendizaje y desarrollo?

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