El postparto, mi segunda adolescencia

Como parte de mi trabajo considero que la formación, el reciclaje continuo, es un aspecto fundamental. Lo interesante es que más allá de la formación académica, mi día a día es un foco interesante de aprendizaje en el que además, vida personal y profesional se entrelazan generando un yo más completo e integrado. En esta ocasión, la vida me ha servido en bandeja de plata una nueva oportunidad, en la que dos situaciones aparentemente independientes convergen y me permiten ampliar el entendimiento de cada una de esas situaciones.
Por una parte, a nivel personal he asumido el mayor reto que he vivido hasta ahora; hace algunos meses que nació mi primera hija, me convertí en madre. Para ser sincera, el posparto no ha sido precisamente tal y como esperaba.
Por otro lado, a nivel profesional he tenido que impartir varias charlas sobre Coaching para padres y madres de adolescentes para cuya preparación, he releído y actualizado conceptos relativos a esta etapa evolutiva. Y en esta labor me he sorprendido al captar los paralelismos existentes entre el proceso que yo misma estoy viviendo durante el postparto y los cambios que vive un/a joven en su etapa adolescente.
En uno de los momentos de la charla, explico brevemente cuales son los retos a los que se tiene que enfrentar un/una adolescente; como parte de su proceso de búsqueda de identidad y consecución de una autonomía personal, tiene que integrar cambios a nivel corporal, cerebral y relacional ¡eureka! los mismos que he tenido que integrar yo desde que soy madre.
…cambios corporales…
Desde que me quedé embarazada, he comprado más ropa que nunca en mi vida. Durante los meses de embarazo cambié hasta 3 veces de talla. Empecé a ver una silueta en el espejo que cada día me sorprendía, empezando por los pechos, que al poco empezaron a crecer, para seguir con la barriga que no paró hasta ponerme de parto. ¡¡Si es que hasta los pies me crecieron!! Toda la ropa que utilizaba hasta entonces y con la cual me sentía identificada ya no me servía o hacía que me viera horrible. Ingenua de mí, pensé que esos cambios cesarían en un periodo prudencial tras el parto, pero no. Hace justo un año que empecé en esta nueva embarcada y voy por la versión 5.0 de mi cuerpo. A mis 32 me cuesta encajar esos cambios y necesito ayuda para conseguir verme bien, encontrar ropa que me luzca y con la que me sienta identificada. Salvo porque ahora el estilo lo tengo definido… Vivo en un baile emocional frente al espejo en el que a veces gana el rechazo y otras la aceptación.
Y todos conocemos los cambios corporales a los que se enfrentan los/las adolescentes; cambiar la talla y las medidas hace que no se reconozcan frente al espejo, que se enfaden porque la ropa no les siente bien, dolores de crecimiento que son menospreciados por los adultos (“eso son crecederas”. Si, ¡pero duele igual!). Un reto imposible de asumir, sobre todo, cuando la imagen que socialmente se les hace desear no coincide con la realidad.
…cambios cerebrales…
Por si esto fuera poco, cada día de trabajo es un reto intelectual. Había oído hablar del síndrome del cerebro de chorlito en la mujer embarazada, pero no me habían avisado de que el síndrome empeoraba al dar a luz. Por suerte, he encontrado literatura al respecto y he descartado el alzhéimer precoz. Parece ser que mis dificultades son habituales en esta etapa… Pero no sé si alegrarme o maldecir porque esta confusión mental generalizada sea algo habitual; tener que seguir una línea de pensamiento por escrito para poder razonar y llegar a conclusiones, necesitar alarmas para recordar cualquier tarea y volver loco a mi pareja porque continuamente tenemos conversaciones de las que yo no recuerdo nada pasados 2 minutos… no son motivos de celebración. Y es que parece ser, que como estrategia para garantizar el cuidado del recién incorporado a la familia, las mujeres sufrimos cambios cerebrales que nos ayudan a ser más sensibles a las necesidades del recién llegado. Por ello, nuestro sistema límbico (que es la estructura que gestiona las emociones y nos permite conectar y empatizar con el otro) aumenta de tamaño haciendo que parte del neocórtex (estructura donde residen los procesos cognitivos complejos como el razonamiento, la memoria o la planificación) quede relegado a un segundo plano.
Este cambio cerebral se asemeja bastante a la reestructuración cerebral que ocurre en la adolescencia, donde el sistema límbico y el córtex prefrontal logran finalmente madurar; pero hasta ese momento, quien gobierna es un caos cerebral que es responsable del desorden y los estallidos emocionales habituales en la adolescencia. El caos interno se refleja en un caos externo y de ahí las dificultades que tienen los/as adolescentes para recoger su habitación, mantener un orden con las tareas escolares o escribir los apuntes en limpio.
¿Será también por esto que mi pareja se queja de que se pasa el día recogiendo cosas mías por casa?
…cambios relacionales…
Y además, el proceso de resituarme en mis relaciones tampoco está siendo fácil. Lo que más me costó fue aceptar que las pautas que recibía de la familia no eran las que más me ayudaban. Todos opinaban sobre el cuidado, indicándome los peligros y las maneras adecuadas de hacer las cosas. Encajar que lo hacen por ayudar es difícil. Sobre todo porque son consejos que no necesito en este momento. Además, parten de valores, premisas y creencias que no comparto, con lo cual, tampoco me sirven. Como son momentos de mucha fragilidad cualquier duda se convierte en una dificultad añadida, por lo que tuve que aprender a hacer oídos sordos y blindarme ante cualquier comentario que aunque bienintencionado, no contribuía a que encontrara mi propia manera de hacer las cosas.
Una vez más, igual que en la adolescencia. En la búsqueda de su propio camino, los/las adolescentes cuestionan los valores y comportamientos que se transmiten en su familia y buscan nuevos referentes con quienes se sientan más identificados. Ellos/as recurren a sus iguales para sentirse entendidos y buscar apoyo mutuo frente a las “idas de olla de los carrozas de sus padres” y a mí me resulta más fácil compartir dudas y experiencias con otras madres que están pasando por lo mismo, aunque sean personas a las que acabo de conocer.
Y es que ahora les entiendo más que nunca…
Cuando uno/a necesita encontrar su camino cualquier indicación puede resultar un obstáculo. Una ola mayor que te hace navegar en un mar de dudas.
Puede que para cuando mi hija sea adolescente, no consiga recordar cómo fui yo a su edad y cuáles eran mis necesidades, pero espero recordar estas andanzas postparto que me ayuden a empatizar y conectar con ella, para así poder acompañarle en ese viaje, su viaje, que será el camino a su yo adulto.