Sobre la tolerancia a la frustración (I)

El último fin de semana, en la sobremesa de una larga cena de amigos, recordamos estos vídeos que re-visualizamos con la intención de pasar un buen rato. Sin duda, son unas imágenes muy graciosas, que en esta ocasión además de hacernos llorar de risa, me hicieron replantearme ciertas cuestiones (ver vídeo).
El investigador habla de que los/as niños/as que fueron capaces de esperar para recibir una recompensa mayor durante el experimento, llegaron a ser adultos de éxito en el ámbito profesional, personal y social. No soy quien para cuestionar dicha conclusión, pero no creo que la capacidad de esperar para recibir una recompensa mayor a largo plazo (que en definitiva supone ser capaces de tolerar la frustración), sea el factor más importante para lograr el éxito generalizado. Me parece peligroso lanzar esta idea de forma tan firme, pues bajo el miedo al fracaso de un/a hijo/a podemos cometer el error de frustrar demasiado a los/as niños/as para garantizar que sean exitosos/as. La tolerancia a la frustración es un hito que se alcanza con los años, es cierto que es muy importante para la vida, pero no es el factor más importante para el éxito. Tendremos que tener en cuenta, también, el coste que asumimos al contenernos y las posibles consecuencias (la niña de la cinta rosa resulta muy graciosa, pero que con 4 años desarrolle ese repertorio de respuestas, casi llegando a hiperventilar… me parece un poco preocupante).
¿Cuántos adultos exitosos a nivel laboral son incapaces de realizar una dieta o régimen de forma exitosa o satisfactoria? No pretendo ser reduccionista, soy consciente de que existen más mecanismos personales que influyen en esto, pero sin duda, la capacidad de retrasar una recompensa instantánea para tener a la larga una recompensa mayor es una de las más influyentes. Y muchos adultos tenemos serias dificultades para llevarlo a cabo, incluso cuando lo que está en juego no es solamente un tema estético, sino que también nos jugamos la salud.
Este experimento ha sido reproducido en multitud de países. El siguiente vídeo, no está traducido pero la consigna es la misma: “si eres capaz de esperar 10 minutos, cuando vuelva te doy otro malvavisco”. En esta ocasión, me llama la atención el niño rubio que consigue los dos malvaviscos. Me pregunto si necesariamente es mejor tener más a largo plazo que disfrutar de menos cuando realmente apetece. En ocasiones, menos es más. El niño en cuestión tiene serias dificultades para controlar su deseo, lo pasa fatal durante esos diez eternos minutos en los que le han retado a permanecer observando su deliciosa golosina. Prueba de todo… Y cuando por fin consigue su trofeo, el segundo malvavisco, se introduce los dos en la boca de una sola vez. Quizá sea una impresión mía, puede que sea errónea, pero tengo la sensación de que el sacrificio realizado no le resulta recompensado… El ansia le limita el disfrute. Y eso no creo que sea beneficioso para nadie.
¿Cuántos estudiantes universitarios son capaces de estudiar al día para evitar el atracón previo al examen? ¿Cuántos adultos deciden renunciar a las vacaciones de un año para poder disfrutar de unas vacaciones mayores el verano siguiente? Son muchos los ejemplos de la vida adulta en los que no nos compensa esperar.
Os dejo el enlace al vídeo para que saquéis vuestras propias conclusiones (y sin intención de ser cruel… paséis un buen rato ). Ver vídeo
Para terminar, adelantaros que estoy preparando una segunda parte sobre la tolerancia a la frustración, donde trataré de aclarar el concepto, su influencia y cómo se llega a adquirir la capacidad de tolerarla. Mientras tanto, adjunto un último vídeo, cómico, no real, pero os invito a poneros en situación y tomar conciencia de cómo reaccionaríais ante una situación similar real, por ejemplo, si en un restaurante os sacan la sopa hirviendo y teneis que esperar 15 minutos a que se enfrie.